“Evita fue la abanderada de las clases más humildes”
Por Luis Borelli, periodista e historiador salteño.
Hace 58 años, el 26 de julio cenaba junto a mi familia en nuestra casa de Cerrillos. Eran las 10 de la noche, cuando comenzaron a doblar a duelo las campanas de la iglesia. Los más chicos no entendíamos lo que ocurría, pero recuerdo que mi padre dijo: “Pobrecita, murió Evita”. No sé si alguna lágrima se le escapó, pero era la segunda vez en pocos días que lo veía tan triste.
La primera, el 18 de julio, había muerto su madre. A mi mamá la vi llorar. Ambos habían conocido personalmente a Evita. Mi madre en la estación de Güemes en 1948, mientras que mi padre en la Casa Rosada. La primera vez en 1946, en la Conferencia de Ministros de Hacienda donde mi padre representó a Salta. Y la segunda, cuando en 1950, Perón y Evita recibieron en la Casa Rosada a todos los intendentes salteños.
Y mientras las campanas llamaban a duelo aquella fría noche de julio, mi padre se levantó y prendió la radio. La música clásica invadió la casa. Minutos después, un locutor de Radio del Estado, dijo: “A las 20.25 pasó a la inmortalidad la Señora María Eva Duarte de Perón...”.
“Evita”
Lo que representaba Evita para los peronistas es algo que sólo ella pudo explicarlo en 1948, cuando señaló: “Cuando elegí ser Evita, se que elegí el camino de mi pueblo.
“Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamente aprendieron a llamarme así los descamisados. En cambio, los políticos, empresarios, profesionales, intelectuales, etc., suelen llamarme “Señora”; y algunos incluso me dicen 'Excelentísima' y aún, a veces, 'Señora presidenta'. Ellos no ven en mí más que a Eva Perón”.
“Los descamisados, en cambio, no me conocen como “Evita”. Yo me les presenté así, les dije que prefería ser Evita a ser la esposa del presidente, si ese Evita servía para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima”.